08 julio 2010

Algunos piensan que comprando la verdad podrán desprenderse de ella.

Imagen de "La boca de la Verdad"

Era un hombre que se levantó aquella mañana y salió a caminar con una sonrisa que repetidamente miraba de reojo en cada escaparate de aquella calle conocida que solía frecuentar. Al llegar a una tienda se fijó en su nombre y quedó muy sorprendido. Pensó que aquel nombre era un nombre de fantasía. Entonces su curiosidad le hizo imaginar qué cosas fantásticas podían vender en aquel lugar.
Se decidió a entrar.
Se acercó a la bella señorita que asomaba por el mostrador y  preguntó:

- Señorita, ¿En  ésta la tienda se vende la verdad?
- Si señor, contestó la mujer.
- ¿Qué tipo de verdad está buscando?.
-Vendemos la verdad parcial, la verdad relativa, la verdad estadística, la verdad satisfactoria,  la verdad completa.

El hombre sorprendido pensaba ... ¡Es cierto que vendan la verdad!. Nunca había pensado que algo así pudiera venderse, que algún día pudiera encontrarse con la posibilidad de adquirir la verdad. Le pareció maravilloso, y sin dudarlo, el hombre contestó:

- Estoy cansado de mentiras y justificaciones, de palabras que generalizan, de sentirme defraudado y mal pagado.
- Quiero que me venda la verdad plena, completa. Si, véndame esa verdad.


La mujer de la tienda le pidió que la siguiera hasta otro lugar y acompañó al hombre hasta otro mostrador donde esperó con un gesto serio a que el hombre hablara.
-Véndame esa verdad completa.
Por cierto, que no me ha dicho el precio. -¿Cúanto vale?
preguntó sin importarte realmente, pues estaba dispuesto a pagar cualquier precio por conseguir la verdad.
La mujer contestó:

-Si usted se la lleva,  el precio es que nunca más podrá estar en paz.

Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca había imaginado que el precio fuera tan grande; y acobardado ante el desorbitado precio, dió las gracias a la vendedora y salió de "La Tienda de la Verdad". 
Se dió vuelta mirando el suelo. Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse con la verdad, consigo mismo.
“Quizás más adelante”, pensó.


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