11 marzo 2010

LA INFIDELIDAD. EL ENGAÑO COMO BANDERA.

"No ha logrado el tiempo cambiar la actitud del hombre para romper una relación sentimental. Sigue la cobardía del silencio y la suerte del  azar siendo los mensajeros de un abandono"


Todo tiene un principio y un final, tambien en el amor por muy "amoroso" que se haya vendido. Cuando una parte de la pareja queda saciada del impronto del comienzo y la aventura exenta de cualquier compromiso o traspiés que nuble su efímero cuento erótico-emocional buscado, entonces pierde todo interés por quien  lo encumbró en una nube de generosos halagos que hacían subir su autoestima mas que seguro discutida, y le prestó placeres dificiles de lograr sin la ayuda de la personalidad de esa otra parte, y a toda velocidad buscará la compañía o los beneficios que le satisfagan en otra parte. Hasta ahí es comprensible que cualquiera intente alcanzar la felicidad de la armonía. No es tan comprensible ni asumible, y aquí entra la comparación de la historia de Abelardo y Eloisa, que la búsqueda de la felicidad de uno pase por el encuentro de la desgracia del otro.
Todos los que conozcan esta historia de la edad media saben que estos ardientes amantes se prodigaron por su empeño en amarse mientras nada les enturbiaba su pasión, llegando a engañar, mentir, disfrazar su amor, huir y esconderse con el fin de que no acabaran sus placeres. Pero como siempre, el sentimiento de amor y de compromiso no era vivido ni sufrido con la misma intensidad en ambos, por eso, cuando Abelardo comenzó a sentir la presión de las dificultades propias de toda relación humana, y Eloisa sufre con añoranza los inconvenientes de un solitario embarazo del que él es padre, en lugar de proteger a su amada y con ello su relación de amor, prefirió salir huyendo en busca de otra felicidad tan efímera como engañosa, que en su camino dejó sembrada de pena, desprestigio y desprotección  a quien tanto lo amó. Reconoce Abelardo  en sus múltiples cartas en respuesta a las de Eloisa, que su memoria está plagada de sus recuerdos mas apasionados, y reconoce que él fué la causa de que su amada quedara despojada de mil virtudes propias de las mujeres sólo por complacerlo. Sin embargo, tambien justifica su en realidad cobardía y falta de amor, y  la necesidad de limpiar su egocéntrico estilo de amar y su comportamiento,  con filosóficas palabras que lo engrandezcan y lo situen en otra realidad más cómoda y placentera para él, teniendo en cuenta que  es libre de abandonarla cuando desée. Al contrario de Eloisa, que se ve obligada a pagar las culpas de su amor encerrada en un convento y señalada por su pasado.

Retomando al principio de este artículo dedicado a la infidelidad del hombre, e insistiendo en que la búsqueda de la felicidad va implícita en las personas; cúantas hay que pasan por alto la felicidad y la fidelidad de los demás.
Será muy fácil para el infiel romper con una relación que se le hace pesada porque siendo incapaz de sentir el amor  plenamente, tampoco es capaz de comprenderlo en los demás. Le bastará al infiel comenzar a ser un poco mas desleal de lo que ya era, un poco mas mentiroso, y poco mas desdeñante, y responder cuando se le reclama una respuesta, con frases cuyas palabras parecan hacer un giro en dirección a quien las solicita, como dando a entender que quien pregunta es el motivo de su falta de felicidad. Es decir, lo facil es no responder a las preguntas que se le plantean ni molestarse en explicar, sobre todo si observa angustia o dolor en quien reclama, porque reconocer un engaño tan infame de los sentimientos de quien lo ama tan extenso en el tiempo, sería motivo de verguenza personal. Prefiere, o sólo es capaz, eludir su propia realidad probablemente inmadura y algo narcisista, y divagar sobre los sentimientos mas profundos que llevan a un hombre a idealizar el amor y por tanto a su compañera/o de cama,  y poco más. Nunca hay casi nada mas para los que son incapaces de sentir el amor con todas sus consecuencias. Les resultará muy fácil aludir a vagas teorías sobre etérea necesidad de progresar afectivamente, sobre la etérea libertad y sobre la búsqueda del etéreo engrandecimiento espiritual.
En una de sus tantas cartas que no podía dejar de contestar a Eloisa porque si lo hiciera perdería su  mal entendida condición de perfecto hombre de valores mas allá de lo sobrenatural, que creía muy por encima de la desdeñada perfección de Eloisa,  y  que lo convertiría en un hombre desvalorizado, decía Abelardo lo siguiente: 
"Por perfectos que seamos, nunca faltan tentaciones, y aun hay algunas provechosas. No debe causar maravilla que el hombre no pueda eximirse de caer en ellas, pues lleva en si mismo el germen que las produce, que es la concupiscencia. Apenas nos vemos libres de una tentación cuando otra la sucede. Esa es  la suerte de la descendencia del primer hombre, que siempre tendrá que sufrir, pues perdió su felicidad primitiva; y ni aun puede lisonjearse de que vencerá la tentación huyendo, porque si no unimos a la fuga la paciencia y la humildad, nos atormentaremos inútilmente; y con mas seguridad se consigue este fin implorando los auxilios de la misericordia divina, que con las armas que nos suministra nuestra flaca naturaleza"
No es dificil entender que con estas palabras, como tantas otras parecidas que escribía en sus cartas, tan solo pretendía algo tan infame y tan doloroso para quien iban dirigidas como buscar la liberación de esa parte de su vida que le podía  resultaba molesta y fatigosa, y quedarse con la parte que podía satisfacerle, como los recuerdos bellos, pregonándose gran entendedor de las emociones humanas, buscador de la perfección del alma sobre el cuerpo.
Pero la realidad es que, como el mismo decía, apenas nos vemos  libres de una tentación, cuando hay otra que la sucede; o lo que es lo mismo, cuando se cansan de una tentación ya tienen muy cerca otra que la suceda.

Lo que dejan los infieles entre medias, no volverá a serles de importancia en el momento en que observan el mas pequeño resquicio por el que huir del mal originado antes de que se les vuelva incómodo para su inmadured en cierto modo malévola. Los infieles viven siendo felices a trompicones destruyendo la felicidad de otros, conviertiendola en un desierto  acalorado que muchas veces no permite comprender nada a quien en el desierto queda,  no les permite comprender que no son culpables de la falta de integridad con la que se ven rodeados y obligados a sufrir por haber satisfecho una parcela de la historia de alguien que probablemente no es capaz de encontrar la felicidad sin ayuda de quienes con sumiso amor quisieron protegerlos en su falta de felicidad.
Pienso, que no ha logrado el tiempo cambiar la actitud del hombre para romper una relación sentimental; que la cobardía del silencio y la suerte del azar siguen siendo los mensajeros de un abandono"




Este artículo sirve a cualquiera, pero tambien lo escribo para alguien que está siendo engañada; para que sepa  que alguien ya está libre de su tentación y ha encontrado otra, como predijo y dijo hace un tiempo cuando supo que  ella estaba dispuesta a satisfacer su  necesidad de halagos erótico-emocionales.





Autora: Eloisa
(Prohibida su reproducción)
 

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