25 octubre 2009

EL ARBOL DE LA VIDA



Si camino hacia algún árbol,
nunca evito alzar la vista
hasta arriba,
hasta  sus ramas,
 las mas altas,
sus hojas mas alejadas,
y  pregunto
sin palabras, porque
 son tan silenciosos,
si quizás
 no tienen sangre
por no darle tinta al mundo,
 que no se tiña de rojo
cuando al pasar junto a ellos
solamente vemos leños
y no a las aves  
que trinan.

Tal vez su vida es longeva
por ser tan breve la nuestra,
cortos de brazos y piernas, 
corta la mirada nuestra.

Cuando paso en la mañana
por ese  camino largo,
suyo, no mio,
 me observan
desde lo alto de sus ramas
como me acerco hasta ellos;
y si saben que los veo
se mimetizan corriendo
volviéndose rayos de sol,
nacar de lunas y estrellas,
fuego cuando el día acaba,
humos que la lluvia apaga,
mil  flores coloreadas,
verdes,
cuando me sonrien 
ya muy cerca de sus ramas. 
Entonces, me hacen un hueco
por debajo de sus almas.

Yo doy calor a su planta,
mi perro una lluvia ácida,
 bebo si puedo su savia,
su fruto acaba en mi palma,
su almohada mece mi espalda,
sus astillas se separan
mientras les cuento mis sueños
y les lloro mis desgracias;
y ellos
 sombra me regalan.

Cuando miro hacia los árboles
nunca evito la mirada
porque un día, si me acogen,
me dormiré
 entre sus ramas.

Eloisa 

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