02 julio 2009

HAY TARDES QUE LA NOCHE ME ADELANTAN

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Hay tardes que me tumbo a descansar en el sofá esperando con paciencia lel momento de marchar a trabajar, y sin quererlo se cierran los ojos en un intento de dormir. Entonces, me creo que no estoy sola, que solamente debo esperar un día mas a que llegue la noche para que la casa vuelva a tener los sonidos de gente moviéndose en ella, de que llegue el momento de reunirme con él. Pongo las manos sobre mi pecho; se notan las palpitaciones que mi corazón enfermo sigue lanzándome...y sin darme cuenta, estoy en la esperada noche, pero en esta no preciso retirar el caluroso edredón hasta que se caiga por detrás, ni regular la posición e intensidad del ventilador que refresque mi cuerpo por si alguien quiere hundirse en el, no tengo que encender la lamparilla de la pared que me permita ver en la silenciosa noche el rostro de mi acompañante. En la noche que el descanso de la siesta me ha traído, permanezco en el sofá frente a la tele, y la ventana cubierta con unas cortinas rojas se rebela y no permite a la brisa fresca que roce mi cuerpo. Oigo la música, y miro las fotos repartidas por la habitación. Pasan los minutos que se convertirán en casi dos horas. En esta noche prematura sigue mi pecho cubierto solo por mis manos. Me doy cuenta un buen rato mas tarde, de que entra luz por la ventana, que es de día, que sigo estando en la hora del descanso antes de trabajar, pero no me quiero mover. Sigo aquí. Ya no reparto mantitas de colores por los sofás; ahora se ensucian con el solo polvo del tiempo, el polvo del desuso.
Mi vieja perra respira fuerte mientras sueña y araña el suelo con las uñas creyendo que corre tras algo o tras alguien que fuera de sus sueños seguramente no existe. Solo sueña. En la pantalla, que miro al recorrer la vista por la habitación mirando sin ver, hay bailarines, y me viene el recuerdo de cuando bailaba y bailaba sin cesar hasta agotarme; me olvidaba del lugar y la hora, de la gente; cerraba los ojos y bailaba. Ya no bailo, ni consigo recordar con facilidad las letras de las canciones que mas me gustaban. Ahora descanso estirada en este sofá con cubierta roja, donde solo cabe uno.. Pronto saldré a la calle y cuando regrese será de noche, una noche mas para mi sola, sin preparar cenas, sin abrir camas, sin rebuscar en los cajones del cuarto de baño, sin prisa por llegar, sin pensar. Solo el espejo estará una noche mas cansado de tanto trabajar hablando conmigo, y me devolverá imágenes confusas, enfadándose conmigo. Me dirá, como cada noche: ¡Ya basta!, ¡Abre la cama, túmbate en ella, cierra los ojos y no vuelvas mas por aquí !
No se lo que espero ver cuando me alejo del espejo y me encierro en mi cuarto. No se si quiero verlo.
He aprendido a mirarla sin miedo casi cada noche sin sentir escalofríos cuando la descubro de su raso negro. Ya no miro de reojo cuando las nubosidades aparecen en su interior, ni cuando algún reflejo rebelde se esfuma casi desconcentrándome, no es como en un principio cuando los símbolos que me mostraba no tenían ningún sentido para mi. Ahora, la habitación oscura y completaménte muda no me hace ver fantasmas y ningún extraño sonido lo escucho con temor. Solo el interior de cristal, el perfil de mi bola brillante y suave, impregnada de mi, me habla. Se que aún es pronto para preguntarle, porque no se lo que espero ver ni si quiero verlo. Solo importa que ya no la temo cuando se enciende o se nubla, cuando me chilla si retiro la vista de ella, atrapándome. Por fin somos una después de muchos meses y sigue siendo imprevisible a pesar de que ella lo niega, es secreta. Quisiera preguntarle cientos de cosas cada día que la descubro ante mi, pero no debo hacerlo; ella sabrá contestarme en el momento adecuado, sin prisa, por que somos un destino unido, una sola intuición que por fin aprendimos a vernos de frente en la misma oscuridad; y me cuenta solo lo que debo conocer.
Se pasa el tiempo del descanso y no quiero que ocurra. El sol pega en la fachada la casa sin dejarme dormir. Sigo estirada en la misma posición intentando decidir si me muevo para espantar una mosca que se ha colado por la ventana. Espero con las manos en el pecho como si de una muerta se tratara y de nuevo siento su ausencia y al tiempo su falsa ausencia.
Cuando regrese esta noche habré desconectado el pensamiento, pero no durará mucho tiempo; tan solo el justo, solo el necesario para cumplir con ciertas obligaciones, y después, seguiré hablando con el espejo mientras me transformo en mi misma y comienzo el inicio de mi particular noche.

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