La historia de hoy cuenta el origen de una bruja blanca que se adueño de las noches y las almas que por ellas rondaban. Pudo iniciarse en ese arte, en medio de una noche cualquiera, una de tantas noches en que ella observaba la Luna llena idéntica a la que observó hoy desde la ventana de su mágica habitación. Allí la vio; estaba en medio de la jungla de estrellas casi idénticas y que de manera casi mecánica aprendió a distinguir a cada una de ellas apenas verlas. Convirtió en un hábito asomarse a la ventana y comprobar la diferencia de los rayos luminosos que desprende cada una, el tamaño de su núcleo de luz y la posición que ocupan en el firmamento.
Entre todas ellas vislumbró una que parecía empeñada en observar a la Luna, permanentemente llena, y la acompañó durante un tiempo en sus viajes nocturnos, volando sobre el verde césped de la Tierra. Volaron juntas cogidas apenas de los dedos sobre el azul de las aguas calmas y penetramos en el mundo de la creación sorteando a todas las brillantes compañeras.
En contadas ocasiones la bruja blanca rozaba alguna estrella y se impregnaba de su brillantina. Era el momento mágico de expresar a su recién estrenada compañera de firmamento, con alguna tímida sonrisa y un apenas audible "te quiero", el sentimiento que conoció junto a ella, su estrella, y lo convirtió en una práctica en cada vuelo junto a ella.
Al llegar el día, la bruja blanca cambiaba de mano, vestía ropas de colores para que absorbían los rayos de oro en las horas de luz.
Estrella y bruja nocturnas, fueron sorprendidas en muchas ocasiones por las infinitas vigilantes de la noche, muchas Lunas llenas, que recorrieron su historia de amor, como si quisieran regalarles otras vidas. Las convirtió en amantes del amor por tiempos desconocidos. Los cubrió de rosas en las mañanas, deseos en las tardes, risas y suspiros en la noche, mientras el firmamento, siguiera existiendo.
Eloisa
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