03 mayo 2009

VALLADOLID _ MI CIUDAD

ELOISA os saluda desde "VALLADOLID", a todos los que amáis esta ciudad unida al pasado y llena de historias del ayer y del hoy. Mi ciudad, donde nací, donde aprendí a recorrer sus calles mirando no solo el suelo que piso, si nó las piedras de sus fachadas, los adoquines que hacen resbalar a intrépidas de fino tacón, el número casi infinito de iglesias, palacios y jardines. Una ciudad para pasear el amor y los melancólicos encuentren miles de rincones donde alimentar su espíritu. Es la ciudad de los reyes, condes, duques, religiosos. La ciudad del Pisuerga, famoso por su playa mencionada sin cesar; la ciudad de Cervantes y Zorrila, de Miguel Delibes y tantos que con su tinta posiblemente nos ayudaron a hablar con ese estilo que nos hace particulares allá donde vamos. Mi Valladolid, ciudad de buen gusto y cultura. En ella podéis conocer el misterio el misticismo, lo antiguo, lo valioso de las costumbres a través de los tiempos, la buena comida y el buen vino; porque, no me olvido de los pequeños pueblos que rodean mi ciudad, que formar un núcleo indivisible en su historia llena de leyendas, anécdotas; sus castillos y ermitas, sus gentes, sus campos cantados por Antonio machado.
Eloisa

Animo a cuantos crean que merece la pena saber de ella, a que conteis vuestra experiencia, envieis una foto, un buén menú típico...,

A LA TRISTEZA

Estoy en casa, sola. Regresé de escuchar las conversaciones de los jardines.
Me contaban se sus ilusiones y sobre sus verdugos. Y es que ellos, también rodean mi casa, y me llaman, cuando tienen dificultades para extender sus brazos verdes queriendo abrazar los bancos del parque, donde poder reposar, y las farolas que iluminan sus ramitas alejadas apenas unos metros. Estoy en casa hablando sola sobre lo que ellos me contaron. Te lo voy a repetir, por si puedes hacer algo.
La Hiedra quería contarle al Seto espinoso, que harían si un día llegasen a juntarse. Y los dos, me llamaron para que transmitiera sus palabras de amor y soledad, pues ellos, atados a sus raíces, no lograban moverse de su sitio. Ellos, fueron y serán testigos de infinitas historias de amor y amistad, de soledades y alegrías; pero ellos nunca consiguen llegar a tocarse, con la pena de ser conocedores del placer de unas manos apretadas y unos labios que se hablan, muy, muy cerca.
Lamentan que existan jardineros que al llegar el otoño los poden, les corten sus ramitas después de tanto esfuerzo para alargarlas intentando llegar hasta un banco donde posarse y descansar, y unir sus muchos colores verdes. Se quejan de que los rieguen cuando hace frio y no ver el sol que los seque. Están cansados de que los pájaros que se posan sobre ellos, puedan refugiarse del frio y la lluvia, de contemplar desde allí la belleza del parque, sin ser preguntados si algún día también querrían ser pájaros.
Me confiesan a la vez, que es ahora, en Otoño, cuando su sueño de unirse parece ser mas real, y les agita la alegría cuando ven las carretillas cargadas de tijeras acercándose a ellos, porque ese día puede ser el gran día en que al menos sus brazos verdes, cortados, reposen juntos por unos momentos en el suelo, en un banco, o, quién sabe, tal vez reposen juntos para siempre en un contenedor. Sería un sueño hecho realidad. Pero necesitan mucha suerte.
Me cuentan que en varias ocasiones lograron abrazarse antes de ser cortados, durante algunos veranos en que el Sol pudo ayudarlos a crecer un poco mas; que hubo ocasiones en que un abrazo pude ser el último cuando al cierre de las tijeras sus ramas caían en diferentes lugares. Y es que su amor, aunque tiene las raíces enterradas bajo tierra y ningún jardinero las toca, siempre será un sueño que jugó y jugará al azar, por si la suerte los permite crecer en la misma dirección al salir los rayos de Sol.
Eloisa